La pesada herencia no sirve más de excusa, un gobierno nacional que se jactaba en elecciones, de tener el mejor equipo de los últimos 50 años ya quedo en evidencia por las circunstancias palpables, que nos afectan a diario.
Crisis crónica y circular que parece no tener techo ni bajada, sumado a las repercusiones económicas, cuales tienen un obvio efecto rebote en el ámbito social, complica la gobernabilidad del país.
¿Pero qué hacer?
Para la presidencia, bajar el gasto público, y proponer un bajo consumo de energía en tiempos de frío parece una solución, pero la pregunta obvia será, ¿Por qué?, No hay por qué! diría nuestra amiga asiática.
Bajar la inflación está difícil, pero más atraer inversores internacionales. Pocos Kamikazes financieros son los que se arriesgan, en un contexto social que todos sabemos, somos pocos atractivos para ellos.
Al igual que una mujer, el gobierno maquilla los números, para verse bonita y hermosa para el público en general. Pero detrás de eso, existe una fina capa endeble y frágil, que vista ante los ojos experimentados, solo da risa de lo fea que es.
Soluciones no problemas
Para concluir, el cambio debe ser social. La pobreza estructural, tiene base no solo en lo material, sino en lo mental, y quizás eso sea el repunte de ciertas iglesias, donde la gente busca el apoyo del "más allá", porque el de "más acá", no le rinde.
Tenemos que cambiar de mentalidad y decir basta a los monstruos que nos matan cada día. La resiliencia surge de una experiencia horrible, ¿hace falta que nos matemos entre nosotros para vivir bien? Parece que si, como ciudadanos estamos anestesiados, por el individualismo y la apatía.
Todo depende de un recambio social y generacional, no en bajar y ajustar el gasto público, o sacarle las retenciones para que los amigos del poder ganen más en contraste con el trabajador de a pie.
El cambio es ahora, ¿Quiénes están dispuestos asumir los riesgos?
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